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¿ EL YOPO ?

Yopo, palabra originaria de las culturas nativas del llano colombo venezolano; se traduce al castellano como: "corazón o esencia". Representa al espíritu sagrado y el saber ancestral de pueblos antiguos de este lugar; su significado está muy relacionado con las propiedades medicinales del árbol del mismo nombre, una planta considerada portal hacia una dimensión espiritual y de gran valor cultural para las poblaciones de este lugar.

¿ Quién es Fabio "El Yopo" Quintero Walteros ?

Soy compositor, cantautor y productor de mis propios trabajos; intérprete de bandola llanera, cuatro  llanero y guitarra eléctrica, . Nací en la orilla del río Cusiana, en un pueblo llamado Maní, en el departamento o provincia del Casanare, en Colombia. Hago música fusión desde mi interpretación de los sonidos, la cultura y la sabiduría ancestral de la música llanera o joropo.

 

Mis padres me nombraron Fabio Andrés Quintero Walteros Montes Adán; pero luego de algunos años reconocí al espíritu de un Yopo dentro de mí y recordé mi antiguo nombre; para cuando lo acepté, ya conocía música de muchos lugares, había viajado y compartido con otras culturas del país, pero nunca perdí el vínculo con la sabiduría de mis ancestr@s y la magia de los sonidos del campo donde nací. La mayor parte de estos conocimientos fueron transmitidos por mi madre y su familia a través de la tradición oral; aquí te cuento un poco de esa historia...

 

El primer instrumento musical que conocí fue la bandola llanera a mis 4 años de edad; típica insignia de mi pueblo; los primeros años de estudio no desarrollé habilidades para hacerla sonar, así que l@s maestr@s me dieron las maracas y el cuatro llanero, que podrían ser más fáciles a su parecer, aún así, cumplidos diez años, no lograba mantener una rítmica en ninguno de los tres instrumentos; en comparación a l@s demás, mi avance era mínimo y no parecía despertar un talento para la música tradicional ni  para el instrumento que la mayoría de personas en el pueblo conocían y ejecutaban. Mis padres inspirad@s por el amor a la música y las tradiciones de nuestro pueblo, coincidían en que debía continuar estudiando.

 

Grupos armados llamados “paramilitares” creados en las grandes ciudades del país, azotaron nuestras tierras, asesinando, masacrando y sometiendo a campesin@s, pescadores y pequeñ@s empresari@s de la región; algunas personas se adaptaron a sus imposiciones y pudieron continuar con sus vidas en el pueblo, en nuestro caso tuvimos que abandonar nuestros hogares y mudarnos a la ciudad más cercana a probar nueva suerte. A la fuerza nos acomodamos en el sistema de la ciudad, un lugar que aún gobernaban las mafias y la violencia, pero en el cual ya no seríamos acechados porque ya no teníamos nada… Mi padre había aprendido a vivir de la burocracia, mi madre atrincherada en las labores del hogar, se ocupaba de nuestra salud, educación y nos enseñaba a través del poder emocional del que ella gozaba; mi hermana mayor se había juntado con un señor de la ciudad y mi hermano mayor trabaja con las compañías petroleras, labor que se había hecho muy común por esos años y de la cual yo también haría parte más adelante…

"Yo Quiero La Bandola Grande"

Una de las primeras cosas que hizo mi padre cuando ya vivíamos en esta ciudad chica, El Yopal; fue llevarme a “la casa de la cultura” en donde enseñaban artes musicales, entre otras cosas; yo tenía 11 años, fue la primera vez que vi un piano y una batería, y sobretodo, fue la primera vez que escuché algo diferente de la música llanera, estaba muy emociona'o y asusta'o. Caminando hacia el fondo de un pasillo distinguí una sombra tañendo una bandola que trinaba como ninguna otra, un hombre cantaba algo que me causaba chispas en el pecho y cosquillas en el alma; ya había visto bandolas grandes en el pasado, pero esta no hacía música llanera y sus melodías rápidas, extrañas, dulces, me estremecían la piel; mi padre había dicho que escogiera un instrumento: yo ya tenía claro cuál me había cautivado.

 

“Yo quiero la bandola grande” le dije al oído a mi viejo, quien sonriendo respondió que se llamaba: guitarra

 

El maestro cortó su concierto íntimo y se levantó, aunque no miraba, ya sabía donde yo estaba, puso su mano en mi cabeza y dijo: ¿qué tal si te enseño a tocar guitarra y así podrás tocar las bandolas que quieras ?

 

Al principio me fue difícil compartir y competir con los demás, me apenaba mucho, temía el rechazo y el fracaso; así que mi padre para darme confianza, también tomó clases con el profe Miguel, y aunque en los dos primeros años no avancé mucho, cuando cumplí 14 años ya acompañaba al profesor frente a las directivas y dominaba la mayoría de ritmos que me habían enseñado. Con el profe Miguel aprendí cumbias, bambucos, porros, carrangas, vals, rancheras y todo un cancionero de música popular Colombiana, tomé habilidad en la digitación y empecé a enamorarme de la música; me esforzaba en el colegio por las mejores notas y practicaba a diario, pues ya soñaba con ir a la universidad a estudiar música profesionalmente.

Mi padre era consciente de mi avance en el instrumento, así que como siempre, quiso impulsarme, y vió la oportunidad en la pareja de una prima. Javier era un músico profesional, decían en el pueblo, que había tocado con ekhymosis y había llegado a la ciudad con intenciones de fundar una escuela, mi padre quería que yo estudiara con él, pero no podíamos pagar las clases: aún así, Javier me recibió y en cambio de trabajar en la escuela, me convertí en su primer alumno en Casanare; allí toqué su guitarra eléctrica, la primer guitarra eléctrica que toqué en mi vida, conocí la música de Santana, Satriani y Clapton; me enseñó a leer partituras y a apreciar la magia de bach, chopin, wagner y Vivaldi, me mostró como la letra de una canción también era un instrumento, y así conocí a Cerati, Fito Paez, Silvio Rodríguez, a Mercedes Sosa y tantos otros… Gracias al profe Javi mis fronteras musicales se abrieron, conocí sonidos de todo el mundo, toqué guitarra eléctrica en una banda con otr@s chic@s, aprendí un par de cosas de la teoría musical y empezó otra etapa de mi vida…

Una noche extraña, mi hermano mayor regresó a casa; a excepción de Edna (su hija) y yo, mis padres estaban muy tristes, había incluso escuchado llorar a mi madre en el baño, era raro porque generalmente les alegraba mucho cuando él  llegaba a visitarnos. Cuatro meses después, comprendí la razón, el mejor amigo que había tenido hasta entonces, Roy, mi hermano mayor, falleció. En el funeral, yo ya entendía lo que sucedía y me dolía infinitamente, pero me cuestionaba a menudo cuál era el dolor de su hija, mi sobrina, quien apenas tenía la edad para saber lo que estaba pasando…

Un Paño De Lágrimas

Fue algo repentino y drástico, algo que azotó brutalmente a la familia, mi padre no volvió a ser el mismo, se distrajo de la belleza de la vida al ver que en esos últimos años se le iba cayendo mucho de lo que había construido; mi madre que lo sufrió infinitamente, siempre fue una mujer tan fuerte y sabia como para levantar a cualquiera que se derrumbara en esa familia; mi hermana mayor lloró hasta el cansancio, vivía en la capital y allí junto a su pareja tramitó su dolor; mi sobrina vivía con nosotr@s, sufrió mucho, aún no me lo puedo imaginar bien, pero de vez en cuándo sonreía y eso nos daba vida. Pocos días luego del entierro, mi padre sacó dinero prestado para darnos un viaje a la capital y tratar de animarnos, comprar algún regalo o al menos distraern, fue ahí cuando me obsequiaron mi primer guitarra eléctrica, y aunque la deseaba profundamente, no cambió mucho mis sentimientos, igual se convirtió en mi paño de lágrimas y fiel compañera, hasta hoy, sigue a mi lado, sí, a mi lado, la veo desde acá en dónde estoy escribiendo.

 

Mi sobrina Edna, que ya era mi hermana, crecía en un mundo diferente al nuestro, la música llanera ya no era tan tradicional y los medios de comunicación infestaban la ciudad con mensajes de sexo, drogas y violencia, había un sonido nuevo que los contagiaba a tod@s, era la música urbana, ni me fijé. Las deudas encadenaron a mi padre y sucedió algo que nunca había vivido, faltó la comida, faltó la alegría, faltó la vida que un día tuvimos en nuestro pueblo…

 

Me sumergí en los mensajes del punk-rock, la fuerza del metal, el virtuosismo de la guitarra eléctrica, las letras de nietzche, dovstoviesky, poe, Kafka... Poco a poco fuí perdiendo los intereses de un chico de mi edad, poco a poco fuí entendiendo la otra cara de la moneda, poco a poco le fuí perdiendo fe a la humanidad. Mis padres lo notaron, habían decidido ponerme a cursar en un nuevo colegio, generar cambios en mi vida por temor a que me convirtiera en un ser infelíz; pues aunque tenía compañer@s del colegio con quienes vivíamos los buenos momentos, sentía que me hacía falta con quien vivir los malos…

Cambié de Colegio, conocí a Karina, al Grincho, a Perdomo, a Cañón, a Perdomo, a David y a Juancho; compartimos el gusto por la buena música y las buenas letras, poco a poco nos hicimos hermanos adoptivos, teníamos edades diferentes pero vivíamos circunstancias similares y nos apoyábamos casi en todo, estos si eran amigxs de las buenas, las malas, y las peores; con David y Juancho, hubo una relación diferente, había algo más que nos unía, probablemente nuestro pasado, al menos así lo creímos. También tuve una novia y su familia se convirtió en mi segunda familia, viví un poco más, crecí un tanto más.

Leyenda de un Lobo Y Una Sirena

 

Amaba la música, me preparaba para ser un grande de la música colombiana, quería ir a la universidad y me esforzaba por tener las mejores notas, disfrutaba de los números y la filosofía, no me costaba ser buen estudiante; ya había tratado de escribir canciones, tenía una idea llamada “leyenda de un lobo y una sirena” pero no había terminado ninguna, no sabía cómo hacerlo, hasta que, recibí esa llamada… Juancho llevaba varios días fuera de la ciudad y nadie sabía de él… me llamó y solo pude escuchar luego de un largo silencio, un llanto a lo lejos, yo sabía que era él, que me necesitaba, o temía tal vez, que ya no necesitara a nadie; a la noche me enteré que Juancho se había quitado la vida…

Entre lágrimas y odio terminé todas las canciones que había empezado en ese entonces y seguí escribiendo, no me detuve en los siguientes 7 años.

Entre los mejores del instituto, culminé el secundario, no estuve en la ceremonia, tenía otros intereses; mi padre tampoco había pagado el último año y por lo cual no me había graduado legalmente, si bien pasé los ingresos en algunas de las universidades donde quería estudiar, no pude iniciar, pues legalmente no me había graduado, y así tuviera el cartón, me cuestionaba: ¿ cómo mantenerme 5 o 6 años estudiando música en Colombia ? Por otro lado, estaba viendo a mi familia pasar dificultades, no podía irme y dejarles, no en ese momento.

 

En una noche de frustración y cervezas, con el recuerdo vivo de mis hermanos, sonando una canción de uno de mis grupos favoritos olvidados, un grupo español de ska punk, llamado ska-p; decifré la palabra joropo en algún momento de su canción mestizaje, la cual ya había escuchado muchas veces, pero hasta esa noche lo noté, no lo podía creer, la escuché una y otra vez asegurándome de que realmente decía joropo, eso decía, la escuché las veces suficientes como para recordar quien era yo realmente; como para reconciliarme con mis recuerdos, como para entender mis motivos
; así que limpié lágrimas y al siguiente día salí a buscar trabajo.  Buscaba dinero y veía dinero en las compañías petroleras, así que nos esforzamos con mi padre para conseguir una vacante, gracias a él, sus relaciones y familiares lo conseguimos… Con mi primer sueldo compré una bandola, al siguiente un cuatro llanero y todo el tiempo que me quedaba libre, se lo empecé a dedicar a esos instrumentos y a los libros de "la biblioteca histórica de Casanare"; un garage con un tesoro de libros y dos ángeles. Estos me devolvieron la perspectiva y la memoria de lo que se me había roto, de lo que era yo realmente, un Yopo. Fueron 5 años en ese ejercicio, trabajaba, apoyaba con una renta a mi familia, viajaba a la capital por clases de producción musical, pagaba tutores particulares y pasaba horas en el garage con sus ángeles…

Pufff se cayó el precio del barril de petróleo y con ello nuestros puestos de trabajo; ahí me dí cuenta que en la búsqueda de mis propósitos me había alejado bastante de mi familia, pero nunca perdimos los vínculos sagrados, mientras más conocía y recordaba nuestro saber ancestral, más adoración sentía por mi madre, una mujer de alma campesina que las encarnaba y me devolvía la fe en la humanidad. No era solo mi madre, era mi maestra; la infinita sabiduría de una mujer que había padecido tanto, sin perder sus convicciones y los valores sagrados de su gente, su valor, me inspiraba a hacer trabajar día a día por mis propósitos, por mi felicidad, por la música.

Un Puente Roto

 

A poco más de un año de que me quedara sin trabajo, yo vivía en la ciudad, El Yopal, porque ya era una ciudad, no como cuándo recién llegamos años atrás que era un pueblo grande, ya tod@s habíamos crecido, junto a ella. Vivía en un mono-ambiente, tocaba en serenatas, uno que otro concierto y daba clases de música particulares, esto me dejaba lo suficiente para vivir, pero seguía buscando la manera de cumplir mis propósitos; ya tenía varias canciones, había trabajado en producciones discográficas de otros artistas y sentía que grabar mi propio cd, era el siguiente paso. Mis padres y mi hermana menor vivían en Maní, yo ya no estaba aportando para su sostenimiento y ell@s la estaban pasando mal a falta de medicinas y comodidades básicas; mi madre se había estado sintiendo enferma últimamente, así que viajó a El Yopal a tomarse unos exámenes médicos, algo muy complicado para una mujer de 63 años en un país en el que la salud no es de acceso público.

 

El puente de la entrada de la ciudad se había derrumbado, así que después de un viaje en carreteras complicadas, lidiar con el sol bravo "pata al piso", los dolores de sus piernas, atravesando un caño a pie y trasbordando colectivos para poder llegar a El Yopal, fue un iaje largo, bajo circunstancias indeseadas. Apenas llegó tenía que llevarla al hospital, así que recién nos saludamos y seguimos pues íbamos con el tiempo justo, yo había preparado todos los trámites necesarios para su atención médica; sin embargo, en el hospital viví uno de los episodios más dolorosos e indignantes de mi vida, no porque no me hubiesen humillado o aviolentado antes, es cotidiano en uno de los países más violentos del mundo; sino porque esta vez se trataba de mi madre, mi maestra, la persona que más amo en mi vida estaba con problemas de salud y era muy profundo mi deseo de asistirle; es difícil escribir de esto, e inevitable que las lágrimas manchen este cuaderno; ahí va:

 

En el hospital, aguardamos turno en la sala de espera, me acerqué a la recepcionista a presentar los documentos innecesariamente requeridos, pero obligatoriamente exigidos para prestar el servicio; después de revisarlos, me dice que hay un error en uno de los papeles, que debo hacer todo el trámite nuevamente y sacar otra vez la cita, desconcertado le comento que eso sería algo complicado para nosotrxs, pues mi madre no vivía en la ciudad y cómo estaban las cosas era verdaderamente difícil para una mujer de 63 años en ese estado de salud, repetir ese viaje; le pedí media hora mientras regresaba al lugar en el que, creía yo, se había cometido el error para que lo corrigieran, realmente no me respondió la chica, pero fuí rápido en mi moto a los otros lugares a buscar ese documento del que hablaba; ignorante de la burocracia, solo pedía amablemente que colaboración en el tema, conseguí que me explicaran que una practicante del sena (instituto de formación) había confundido mi documento y debía volver a solicitarlo; algo a lo que no estaba dispuesto; volví al hospital, sin sacar turno pasé ante la misma recepcionista y traté de explicarle la situación, ella estaba molesta, creo que siempre estuvo molesta, ha de ser su estado normal, le pedí paciencia y atención; y como un robot, como una situación sistemática y cotidiana, sin siquiera mirarme a los ojos, respondió: "no me importa lo que pasó, yo no la puedo remitir sin ese documento" esa respuesta me clavó en un silencio de decepción y latente desesperación.

Giré para ver a mi mamá, una mujer fuerte que había pasado duras y maduras durante toda su vida y a quién había visto llorando, pero nunca por un dolor físico, era un día difícil, tampoco había comido, por requisito al exámen que estaba en mi incertidumbre; me desgarró verla llorando, sentí culpa, rabia, impotencia, e impaciencia, así la ví, en un llanto indeleble, asistida por otras mujeres que también sucedían en la esperanza de entrevistarse con el médico ese día; era el medio día y esta mujer campesina con 63 años en la espalda había vivido una aventura enferma y en ayunas, luchando por un aliento de calma, por una buena noticia, por una instrucción medicinal o una respuesta a la incertidumbre de su enfermedad.

 

Siendo yo el responsable de los infames trámites, me sentía decepcionado, desdibujado, como un espejo roto, inútil, inservible, pero nunca un cobarde; ya había visto llorar a mi madre antes, pero verla llorar por un dolor físico, en una situación suscitada por la ignorancia e insensibilidad de nuestra sumisa ingenuidad colombiana, me indignaba. Sin cruzar la línea del desespero, me volteé a insistir a la recepcionista y ví pasar un doctor unos metros tras el consultorio, tan solo reaccionando, me subí por el escritorio, de dos saltos alcancé al médico y con mis ojos como dos vidrieras rotas, con la garganta flojita y el orgullo enmaraña'o, clamé como un niño su atención, clamé como cuando el llano pide agua en los duros veranos, como cuando me taba ahogando un porongo del Cusiana hondo, como cuando el caballo se atraganta de resollar tanto, clamé como solo le había clamado a mi madre, campesina santa.

 

El doctor estaba atónito y se había implantado un silencio casi rotundo en la sala, un ejército de paisanxs en el recinto aguardaban una respuesta ante la escena, que fuera o no exagerada, era producto de mis profundos sentires, y que como en la mayoría de mis veces y las de mi madre, salían crudas e improvisadas. El doctor agarró los documentos, se le acercó a la recepcionista y le pidió que dejara pasar a la paciente, sin chistar, como un robot, ella obedeció.

Un Furibundo Frío

A la noche cenamos juntxs en mi casa, tenía luego un ensayo con otrxs músicxs, y el cual fue de su deleite, era mi intención que nos escuchara… cuando todos se habían ido, le pedí su opinión del ensayo, dijo que mi música la hacía felíz y que yo era sin duda el músico más grande que había conocido (me permito el orgullo por ese momento, me brinda paz a dónde quiera que vaya); le conté que estaba listo para grabar un disco, que juntaba el dinero de a pocos, que un día le regalaría una finca llena de vida y momentos como los que habíamos tenido en nuestra niñez; ella me hizo saber que ya le había regalado las alegrías más bellas y que mientras yo fuera felíz, ella lo sería…

Al siguiente día dejándome su sonrisa pura e inmarchitable, se marchó a su pueblo, la llamé a la noche para asegurarme de que hubiese llegado bien, me dijo que se sentía cansada, que estaba feliz de verme y que su más profundo deseo era vender un pedacito de tierra que le quedaba para que yo pudiera grabar mi disco, la familia tuviera un "despegue" y simplemente voláramos, brilláramos en el cielo de nuestros sueños; así era ella, así hablaba ella...

Esas fueron las últimas palabras que escuché de la persona más sabia que he conocido, al día siguiente mi madre falleció.

Cuando recibí la noticia de mi padre, sentí un furibundo frío en el pecho, este no se fue por un largo tiempo, de hecho aún me persigue, sólo aprendí a controlarlo; durante un par de meses no pude tocar ningún instrumento, ni cantar, ni pensar claramente; de chico me daban episodios de vértigo, esta vez el vértigo se apoderó de mi vida, volví a sentir el dolor de la muerte, cómo nunca, se había ido mi madre, mi maestra, había vuelto la muerte a visitar mi corazón y esta vez parecía que lo quería entero, se había ido mi santa madre, y una parte de mí con ella. Estuve en cama más de un mes, por suerte, el alivio no tan frecuente del amor que por esos días rondaba mi vida, un amorío cuidó de mis ganas de vivir; así, desahuciado, abatido entre el frío y el vértigo, poco a poco fui levantándome, a escuchar, a cocinar, a leer, a pensar, a sobrevivir…

 

En los dos meses que pasaron yo había llorado y sentido como nunca el valor de lo que soy y de donde vengo; el vértigo nunca se fue, fuí aprendiendo a llorar por dentro, a caminar lento, a respirar profundo, adormecer la ira, el odio y la tristeza que me enfermaba; aprendí que no necesitaba de ningún disco ni de ninguna cosa para ser felíz, que mi verdadero propósito era tan solo serlo, y que como ella decía, más que un sueño, era una decisión.

Pajarillo No Pierde Vuelo

 

Cuando tuve el valor para tomar esa decisión, recordé que mi cuerpo es un altar y mi mente su portal, que mi alma puede llevarme a cualquier lugar imaginable, que dentro de mí habita el espíritu de un Yopo y el de ella también, recordé que yo era música y la música sana cualquier cosa. Entonces, levanté la mirada y miré el mundo que era demasiado grande, demasiado bello para quedarme entre el vértigo y el frío, respiré, estiré mis alas, dejé volar mi espíritu con ella, deseé reconciliarme con el universo y no reclamar mi dolor sino apalancarme en él, volví a levantarme con vértigo pero con ganas, tomé un lápiz y escribí, toqué esa bandola como nunca, volé con su alma y vibré en las frecuencias más profundas del amor y la pasión, de la nobleza y el valor de mi madre y sus antepasadxs; de mi sangre de indio y de Yopo, de guerrero sobreviviente, de espíritu antiguo del universo plano, me recordé a mí y me planté allí, allí dónde me encontré con “pajarillo”, con "mariposas azules", con mi "madrevieja", habían pasado 18 horas desde que empecé, y en ese momento, entró una llamada…

 

Un señor abogado estaba interesado en el pedacito de tierra que me había dejado mi madre, nos citamos, lo miramos, le gustó y simplemente lo compró…

 

Con ese dinero alquilé un estudio y empezamos a grabar el disco, recuperé mi motricidad, y fuí manejando mi cuerpo en eterna caída por el vértigo; mis amigos: Joél, Heiner, Carlos, Renzo, Alejandro, Alberto y Diego; lo dieron todo en el estudio sin esperar nada a cambio, todo con el sueño de un día escuchar esas canciones y ver el espíritu de un Yopo vivo entre la gente.

 

Mi madre también tenía vacas, se vendieron y nos correspondió a cada unx de lxs hermanxs una parte, con ese dinero puse en práctica una idea que tenía hace tiempo, convertir la primer guitarra eléctrica que tuve en una bandola única en su tipo, así nació mi bandola eléctrica, quedó un excedente para invertirlos en la postproducción del disco...o no...Los recursos para hacer realidad ese sueño los había enviado mi madre en su última voluntad, tenía que honrarla a como fuera lugar, lo que había no era suficiente para pagarle a un profesional por una postproducción, tendría que hacerla yo, y apenas tenía idea de lo que era grabar un audio, pero producir un disco en su totalidad, no sabía cómo hacerlo, encima no tenía trabajo, me sentía enfermo, se me agotaba el dinero y ¿cómo sostenerme mientras lo hago?…

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La Tierra De Spinetta

Decidí arriesgarme y dejar el país por nuevas historias, lanzarme a conocer el mundo en busca de otra perspectiva, traje conmigo el disco grabado y sabía que en algún lugar, en algún punto, en algún momento del camino habría la oportunidad de terminarlo; toqué bandola durante tres meses por sudamérica para conseguir lo de mi sostenimiento y con el dinero que me quedaba pagué los transportes para llegar hasta Buenos Aires, Argentina, la tierra de Cerati, Charlie, de Spinetta, la tierra donde se escribieron canciones hermosas que entonamos con mi madre, ahora junto a su espíritu, las surcábamos.

 

Cuando llegué no tenía un peso, pero tampoco tenía miedo; y recordando las enseñanzas de esa campesina sabia que labró mi alma, dejé salir todo lo que soy y emprendí un nuevo capítulo en el libro de mi vida. Hoy han pasado diez meses desde que llegué a esta tierra, se están escribiendo historias con personas maravillosas aquí, por eso, honrando al recuerdo de mi santa madre, nuestrxs ancestrxs y sus enseñanzas sagradas, te relato mi pasado y mi presente en este disco: Llanera Fusion Music

 

ya es tiempo de nuevos tiempos...Myriam Walteros

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Lo que sí es que toca arrimar la canoa y mirar pa' la montaña...

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